Ministro de Justicia |
El anterior gobierno socialista aprobó en 2009 la libre dispensación de la
píldora del día después y lo más conservador y más puritano de la sociedad española se echó las manos a la cabeza argumentando que eso no es más que darle libre albedrío al aborto y que esa píldora se convertiría en un instrumento anticonceptivo a posteriori. Rápidamente localizaron qué segmento de la sociedad iba a ser el que la utilizaría: la lasciva juventud se hartaría de follar a pelo y vería en la píldora una solución rápida y barata a sus desmanes -después se fue demostrando que no la profecía no era cierta. Llamaron a la objeción de conciencia de los facultativos y farmacéuticos para que no dispensaran tal medicamento. Al mismo tiempo la misma chusmilla de la sociedad empezaba a señalar que la edad mínima de consentimiento sexual, 13 años, era demasiado baja y habría que subirla.
A la libre dispensación de la píldora del día después le sigue una moderna Ley del Aborto que, a ojos de los puritanos, "esto" se iba a convertir en el coño de la Bernarda; entre la píldora y la nueva Ley facilidades para deshacerse de una vida humana por doquier. Afortunadamente, y gracias a que estábamos mucho mejor preparados de lo que otros suponían, ni la píldora del día después fue un recurso ni con la nueva Ley aumentaron significativamente los abortos por mucho que aumentaran supuestos y plazos.
Asociaciones de pancarteros a la calle, difusión y debate en los medios afines... Las leyes las hacía el diablo, oigan. Todo ilustrado con preciosas historias de crías embarazadas que decidían sacar a su hijo adelante apoyadas por una familia comprensiva ante la nueva situación que resalta la madurez de su retoño por la trascendente decisión que había tomado. Fotografías de fetos, que dejaron de serlo para pasar a ser humanos con una historia recorrían autobuses y decoraban marquesinas.
Aunque parezca increíble, Presidente del Gobierno. |
Ahora pienso en esas mujeres y parejas que están tomando métodos farmacológicos anticonceptivos o están usando métodos barrera para para no poder tener hijos porque consideran que no es el momento de tenerlos. Las píldoras anticonceptivas, los dispositivos intrauterinos o los condones, por poner unos ejemplos, no pueden garantizar una eficacia del 100%; hay un margen de error. Si ella(os) está(n) tomando precauciones para no gestar, qué derecho tiene el Estado a decidir sobre ella(os) en caso de que por ese margen de error sí haya gestación? Sencillamente ninguno. Si una mujer, o una pareja, confía en su protección y esta falla de entrada la opción de la píldora del día después se esfuma -a menos que sea evidente en el caso del condón- por lo que habría que esperar que el ciclo menstrual haga su trabajo; tiempo y tiempo que la pareja puede haber concebido sin saberlo, pero que sí suma a la restricción Gallardón.
Partiendo de que la mujer (pareja) no quiere engendrar en caso de embarazo, de entrada, la mujer (pareja) está jodida porque no es libre para decidir así que exclusivamente a ella le tocaría acogerse al daño psicológico y esperar que otros decidan sobre su suerte; porque a partir de ahora serán dos profesionales los que tengan que firmar el expediente, profesionales que decidirán basándose en evidencias pero también en sus propios prejuicios, creencias religosas o afinidades políticas, que para eso son humanos. No quería(n) un hijo -ni de penalty- y probablemente el Estado le(s) meta un golazo por la escuadra.
Pero quién utiliza fármacos anticonceptivos o dispositivos intrauterinos? Raro es que una adolescente vaya a un ginecólogo para pedir tal cosa; lo más probable es que mujeres adultas y formadas sean las usuarias de los mismos por lo que todo lo que he dicho anteriormente, por muchas trabas que le pongan y ante un embarazo no deseado seguramente sabrían qué hacer y cómo para, en el caso que lo decidan, interrumpir el embarazo. Lo que me huelo es que la futura Ley de Protección de la vida del concebido y de los derechos de la mujer embarazada -que se llevará aún algunos meses hasta su aplicación- unida a la elevación de la edad mínima para mantener relaciones sexuales a los 16 años no es más que un método "anticonceptivo" dirigido a un sector concreto de la sociedad en la que el acojone ante una situación de este calibre es tal que pueda llegar a provocar ataques prematuros de Parkinson a la hora de que él, o ella, ponga un condón en el miembro eréctil y se piense un poco mejor eso de que las peras con las peras y las manzanas con las manzanas y que el momento del semillado se puede dejar para un poco más adelante.
PD: Tal vez lo siguiente sea volver a que los tocamientos te dejan ciego ahora que Wert le da coba al clero en las escuelas.