domingo, 15 de septiembre de 2013

Cuestión de fe.

Me quieren explicar, y me explican, que estoy viviendo en una sociedad que sigue mayoritariamente una religión de paz; la religión de religiones. Alcanzar el paraíso que habla Muhammad; lo imagino y claro que lo quiero. Hago el esfuerzo de creérmelo y veo ese lugar lleno de huríes esperándome, donde no tendré problemas ni de salud ni de vivienda y veré a mis amigos y a mis seres queridos. Cómo no me va a gustar la propuesta!!!!. Oliendo su perfume son solo 40 años de viaje...

Esperad un momento, que he flipado un poco y he dicho que me esperan huríes... Para qué quiero tan solo una si soy fiel y leal a una sola mujer? En ocasiones concretas una mujer nos hecha una mano a limpiar la casa pero lo normal es que lo hagamos nosotros; en casa nadie nos hace la comida, ni las camas, ni los armarios cuando hay que cambiar de temporada... Para qué quiero siquiera una? Yo no quiero mujeres, querría a la mía conmigo y cerca de nuestra parcela a los que nos elegimos ser compañeros de viaje en la vida terrenal. Pero me corresponden setenta huríes: son blancas, verdes, amarillas o rojas; vírgenes perfumadas con letreros de oro que me darán consuelo que, a su vez, tendrán esclavas a su disposición.

Y, qué hay de mi mujer? A ella qué le corresponde? Diez veces más de lo que ahora tiene. No especifica que sean varones pero ojalá sean fornidos de color ébano o almizclado que sepan consolarla. Bastante habrá tenido la pobre soportando a este tipo con tanta mala leche (culpo directamente al humilde garbanzo y a la humilde patata que tanto hambre quitaron en la posguerra y se quedaron en el recetario español).

Tanto hablar de la familia en la vida terrenal y me huelo que el paraíso me dejará ver a todos los que he querido menos a mi mujer que, de hacerlo, maldita la gracia le hará verme rodeado de mujeres, con lo que ella es... Ya lo he decidido: rehusaré de las que me corresponden porque por los datos que me están llegando el paraíso acabará siendo una bacanal; una orgía que me espera cuando la espiche y de la que aún no he practicado en vida.

Pero sigo imaginando; quiero seguir creyendo. Entonces por qué lloro cuando pierdo a alguno de mis seres queridos? Porque después de ver lo que dicen unas religiones u otras y después de ver lo que acaban consiguiendo no soy más que un descreído. Lloro porque cuando un miembro de mi familia, los que nos hemos elegido ser una verdadera familia, se va entre todos los religiosos prácticos me han acabado de convencer que después de la muerte la nada; cerrar el ojo y hartarse a dormir dijo hace años José Antonio Morante.

Así que prefiero la vida real y no ser imbécil. Ya lo dijo Fernando Fernán Gómez; exponerle a alguien lo siguiente: 
- Oiga los imbéciles no sufren, quiere usted ser imbécil?.  
-- Pues claro que sí. Hombre, si usted me dice que los imbéciles no sufren yo encantado de ser imbécil.

Porque quién puede explicarme, incrédulo como soy, que estos mártires que dicen que han ido al paraíso (a muchos de ellos asesinos les llamo yo) no seguirán buscando jarana, día si día también, hasta que no tengan totalmente controlado el mundo etéreo?.

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