martes, 10 de septiembre de 2013

Rawan.

Con un desgarro genital y con el útero roto ha muerto una novia en Yemen en su noche de bodas. Tal vez ni su marido, de 40 años, fuera un superdotado; el problema era ella. No es que fuera frígida y tampoco fue forzada a mantener relaciones con él. 8 años; esa era la edad de Rawan cuando su familia permitió el matrimonio de su hija con un hombre que le quintuplicaba la edad.

Estos actos hay que relacionarlos más con los comportamientos tribales que con la religión islámica aunque también ésta tiene su parte de culpa. En Yemen, por ejemplo, se trató de elevar la edad mínima para el matrimonio a los 17 años y los legisladores islamistas negaron la propuesta por ser una ley "contraria al Islam". En Egipto, a propuesta salafista, estuvo dentro de los puntos a discutir en la Constitución de 2011 la autorización del matrimonio con "mujeres" de 9 años.

Hace unas semanas conocimos el caso de la niña Nada, también en Yemen, que huyó de la tutela de sus padres una vez que ellos consintieron su matrimonio de su hija con un hombre que ella ni siquiera conocía. Nada, de 11 años, pidió ayuda a su tío y ahora está bajo su protección no sin ser amenazado y repudiado por su familia.

Pero estos comportamientos tribales no solo son frecuentes en ciertos países árabo-musulmanes sino que son extendidos desde Marruecos hasta Indonesia; hijas a cambio de dinero para la familia con el autoconvencimiento que con su marcha esa hija encontrará un futuro mejor que el que ellos podrían haberle proporcionado. En ocasiones las propias familias de las menores permiten los matrimonios concertados de sus hijas por días o por semanas; no son las mujeres de un hombre sino las putas de un hombre que una vez concluída la estancia en el país vuelve al suyo después de haber estado cabalgando sobre una niña. Hay adolescentes en Egipto que a los 18 años ya se han casado 60 veces!!!.

Los propios países son conscientes de que estos comportamientos suceden en su territorio pero están en otras cuitas y ninguno tiene la intención ni de ponerle coto a estos actos, ni a la ruptura a corto plazo de la diferencia riqueza-pobreza y, ni mucho menos, un programa estatal de control de la natalidad.

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